Comentario
Capítulo XLI
Que trata de cómo el general Pedro de Valdivia para reparo de su gente y bastimentos hizo una casa fuerte y de cómo despachó al Pirú por tierra a traer socorro
Viendo el general la gran osadía de los indios y la poca posibilidad que los cristianos tenían, porque estaban con gran congoja. Si tornaban a hacer otra junta, les arrancarían las sementeras y les tornarían a quemar la ciudad, y haciendo esto les podían poner en mayor necesidad que la pasada. Representándosele los daños que se le podían recrecer, otros demás de los dichos, acordó por poner su gente en recaudo y los bastimentos en cobro, elegir los de a caballo que saliesen a correr el campo dos compañías, y el general con la demás gente española [y] yanaconas que hiciesen adobes. E hicieron mucha cantidad, de los cuales hicieron un cercado que tomó cuatro solares, que es una cuadra, y teníala cercada en alto dos estados y de dos adobes y medio de grueso, y cada adobe, media vara de medir de largo. Tenía las esquinas de la cuadra una pequeña torre baja con sus troneras, porque aquélla bastaba para defensa de aquellas gentes.
Hecha esta fuerza, tuvo el general y sus españoles el ánimo reposado y el espíritu seguro. Con esto cuando había grita de indios, recogíanse en el fuerte y todo el servicio allí estaban seguros, y tenían sus bastimentos allí encerrados y guardados. Y teniendo esto a recaudo, salían con todo ánimo los españoles a correr la campaña y usar la guerra, y guardaban sus sementeras.
Viendo el general que con estos buenos ardides y buen recaudo no le faltaban graves trabajos, acordó enviar por socorro al Pirú y envió a su teniente Alonso de Monrroy. Lo uno, porque serían en más cantidad, lo otro, viendo los indios que venían más cristianos, entenderían que era seña que no se irían los que estaban, y costreñirles ya la necesidad y ocasión a venir de paz y servir. Y para esto envió a su teniente, como he dicho, con cinco compañeros en los mejores caballos que había, y que de todo diesen relación al marqués don Francisco Pizarro del suceso que acá les había sucedido y que proveyese de gente y socorro, y le diesen la embajada y despachos.
Acordado esto, mandó hacer de las herraduras viejas que había entre todos y de los estribos de los seis caballos y de los pomos y guarniciones de las espadas, hicieron herrajes y clavos. Y dio a cada uno siete mil pesos y seis herraduras y cien clavos, y de este oro hicieron estribos y pomos y guarniciones de las espadas y colleras a los cuellos. Junto con esto les dio la orden que habían de llevar para se gobernar por el camino, y que fuesen a noche y mesón, porque eran pocos, y los indios de los valles de Copiapó y los demás, traidores y cautelosos carniceros, estaban de guerra, y había ciento y tantas leguas de despoblado, y mirasen no se descuidasen.
Y con esta plática los despidió y envió, encargándoles lo dicho y la buena diligencia que en aquello pusiesen y en volver breve, y que mirasen la necesidad y trabajo en que quedaban. Esto encargó mucho a su teniente Alonso de Monrroy y a sus compañeros. Y salieron de la ciudad de Santiago para el Pirú por tierra, a veinte y seis de diciembre del año de nuestra salud de mil y quinientos e cuarenta e un años.